La Zaragozana se empezó a gestar en el año 1898, cuando un grupo de amigos influyentes de Aragón, entre los que se encontraba el alcalde de Zaragoza, Ladislao Goizueta, encuentran en la fabricación de cerveza una salida a la abundante y excelente cebada que se cultiva en Aragón.
Fue fundada el 10 de julio de 1900. Ladislao Goizueta y Díaz fue su primer presidente, mientras que Enrique Lacadena y Laguna fue su primer vicepresidente. Se diseñó la fábrica bajo inspiraciones de estilo alemanas. Obtuvo un reconocimiento internacional con el logro del «Diploma de Honor con Gran Medalla de Oro» en la Exposición Internacional de Londres celebrada en el año 1902 y algunos años más tarde lograría medallas de oro en las exposiciones de París, Madrid y en la Exposición Hispano-Francesa de Zaragoza del año 1908.
En aquellos tiempos ya lejanos de principios de siglo, la cerveza se comercializaba y distribuía en toneles de madera y botellas sopladas artesanalmente, con tapón de corcho y etiquetas de papel de impresión muy rústica. El producto se transportaba desde la fábrica a los establecimientos de ventas en carros arrastrados por caballerías. Esa imagen de los caballos y el carro lleno de toneles es ahora el emblema de la firma y fue, durante mucho tiempo, una estampa familiar en las calles y plazas de Zaragoza.
La cuadra de caballos de La Zaragozana era orgullo de la empresa, y estaba considerada una de las mejores y más cuidadas de España. Incluía doce magníficos percherones que arrastraban galeras, volquetes y coches de paseo. Todo a cargo de un palafrenero quien, por cierto, en sus ratos libres, que no debían de ser muchos, hacía también de auriga del coche del entonces presidente.
Se dice, y es leyenda conocida entre los empleados, que los caballos de La Zaragozana conocían perfectamente la ruta que debían hacer diariamente. Tanto que eran capaces de parar en los establecimientos previstos sin que el cochero se lo indicase. Como ocurrió con todas las cerveceras del país, durante los difíciles años de la posguerra, la fábrica sufrió la escasez de su principal materia prima: la Cebada; ello motivó una escasa distribución y la necesidad de importar cebada de Rusia y Oriente Medio. Como producto complementario, la fábrica elaboraba y distribuía barras de hielo.
La cebada importada se trasladaba desde el puerto de Barcelona, y es fama que la mitad de la carga se perdía en el trasiego para alimentar el estraperlo. Es difícil saber cómo, pero en La Zaragozana hay constancia de que en aquellos años se llegó a producir cerveza aragonesa con cebada rusa de excelente calidad.
Durante los años cuarenta y cincuenta la cerveza era una bebida muy apreciada en Aragón. Se formaban largas colas a las horas en que se pinchaban los escasos barriles servidos a los establecimientos y era habitual que el cliente realizase un pedido – previo pago por adelantado, naturalmente – y luego la fábrica le enviase lo que podía. Como muestra de la penuria, en el bar-café Nacional, situada en la Plaza de España, solían pinchar un barril de cerveza a las seis de la tarde, y una vez gastado el barril ya no había más cerveza hasta el día siguiente.
Zaragoza, en esa época, estaba dividida en dos rutas de reparto que partían del Paseo de la Independencia. En cuanto a las ventas fuera de la capital, la distribución se hacía en grandes jaulas de madera de pino, minuciosamente numeradas y registradas, transportadas por ferrocarril. El detallado registro de las jaulas no impedía que muchas veces llegaran incompletas a su destino.
Otro signo de los tiempos tenía que ver con los frigoríficos de Hielo, los únicos existentes por entonces. La Zaragozana, Fábrica de Cerveza, Malta y Hielo, era una de las grandes abastecedoras de barras de hielo de Zaragoza. Las barras pesaban 25 kilos cada una, y se vendían por mitades o cuartos. En verano era una bendición, y envueltas en sacos de arpillera y arrastradas con garfios, se distribuían incluso en los domicilios particulares, pero la demanda no daba abasto. Los fines de semana la policía uniformada tenía que organizar las grandes colas de gente que se agolpaba a las puertas de la fábrica para conseguir hielo.
Poco a poco, las cosas fueron cambiando. A principios de los sesenta, bares y restaurantes se hicieron abundantes y la cerveza llegó con facilidad a todos los consumidores y dejó de ser un “lujo”. Fue entonces cuando la distribución empezó a realizarse en camiones de reparto. Los de La Zaragozana (dos Chevrolet y un Ford) fueron los primeros en verse por las calles de la ciudad.
La historia de las cervezas de La Zaragozana va también estrechamente ligada al auge de los cafés. En la capital maña nunca ha escaseado este tipo de establecimientos, que podían competir con los mejores de España, y todos ellos sirvieron cerveza Ámbar a sus clientes. Por desgracia, la mayoría de estos cafés antiguos han desaparecido en aras de una visión deformada y ramplona del progreso, pero forman ya parte inseparable de la mejor tradición de Zaragoza. Es obligado mencionar en este sentido el Gambrinus y La Maravilla de la Plaza de España; Antiguos Espumosos; Café Avenida; Alaska; Ambos Mundos (uno de los mayores cafés de Europa); El Moderno, en el Coso esquina Alfonso. En la actual calle Cinco de Marzo estaban el Oro del Rhin, que reunía a los aficionados taurinos, El Coto, con un jardín interior donde se bailaba, y el Nike. En el Tubo dejaron secuela El Plata (reabierto recientemente) y restaurantes como Tobajas, Teófilo, Pascualillo o El Olimpo. Hubo otros, algunos de los cuales se mantienen, como el Café Levante, antes en la Puerta del Carmen y ahora en la calle Almagro; Espumosos, antes en Independencia y ahora en el Paseo de Sagasta; Casa Monreal en el Tubo; o Casa Agustín, en Don Pedro de Luna, que han dado y dan prestigio a la cervecería aragonesa. En estos establecimientos, además, se tiraba cerveza en cantidad con maestría, y hasta se produjeron innovaciones: Casa Agustín vendía veinte barriles en un fin de semana, pese a que su horario de apertura era muy limitado. La incorporación de una bandeja refrigeravasos inventada por el dueño del local pone de manifiesto la voluntad de ofrecer la mejor cerveza en las mejores condiciones. Sus Cachi (1 litro), Cachi-Cachi (2 litros) y su Medio Cachi (1/2 litro), una denominación de patente personal inventada en honor de su hijo “Cachi”, hacía que muchos zaragozanos se desplazaran hasta el barrio de Las Delicias para saborear una buena cerveza con su correspondiente ración de exquisitas tapas.
El progreso de la industria del Vidrio permitió una notable mejora en la fabricación de botellas. La Zaragozana adoptó este sistema de envasado, utilizando botellas serigrafiadas. El incremento del embotellado favoreció el consumo de cerveza en casa. En los establecimientos públicos el gusto popular se decantó por la cerveza servida en barril, con un pequeño porcentaje de clientes partidarios de la botella.
En los últimos años, la evolución de la tecnología cervecera ha ido pareja a la modernización de las instalaciones de la fábrica de La Zaragozana, en el céntrico enclave urbano de Terrazas de Cuéllar. Los ejemplos se suceden: en 1966 se sustituyó el sistema de filtración y acabado de la cerveza para mejorar su brillo y presentación, y en 1968 se sustituyeron los toneles de madera por barriles metálicos, que al principio fueron de aluminio y luego de acero inoxidable. Un paso adelante en este sistema se produjo en 1975, con la mejora del espadín de salida de la cerveza de barril. Unos años antes, en 1970, se montó y puso en marcha la nueva planta embotelladora, con maquinaria totalmente automatizada, pasteurizadores y etiquetadotas de gran velocidad. Posteriormente se puso en marcha el aparato llamado “Inspector”, automatismo de reducido tamaño que revisa las botellas antes del llenado. El “Inspector” es capaz de detectar con rayos láser la más mínima imperfección o anomalía en los envases que desfilan ante él a una velocidad de setenta mil botellas por hora.
En esa línea de mejoras tecnológicas, en 1976 se montaron los primeros tanques verticales de gran capacidad, donde se produce la fermentación y guarda o maduración del mosto. La mayor capacidad de los tanques ha permitido aumentar progresivamente la producción de la fábrica para satisfacer las necesidades del mercado.
También la presentación del producto embotellado experimentó un importante cambio de imagen en 1979, con la sustitución del embalaje en cajas de madera por las actuales de material plástico, lo que supuso mayor limpieza y comodidad de manejo.
En 1998 obtuvo la certificación de calidad ISO 9001, convirtiéndose en la primera cervecera española en conseguirla.
En el año 2000 La Zaragozana dio un nuevo impulso a su Plan de mejoras medioambiental con el objetivo de recoger, reciclar y reutilizar sus residuos. Los orgánicos, como el bagazo -restos de la malta- y la levadura, son vendidos a los ganaderos para alimentar a las vacas y los residuos materiales como el cartón, el metal y el cristal son reciclados por empresas especializadas. También se renovaron los diseños de las botellas y de las cajas como fórmula para motivar el consumo de cerveza en formatos retornables.
La puesta en marcha en 2002 de la planta de recuperación de carbónico procedente de la fermentación de la cerveza redujo la emisión de gas carbónico a la atmósfera. Una medida no obligatoria según las diferentes normativas en vigor, tanto europeas como españolas, pero que contribuye a reducir y reciclar 700.000 kilos de gas que son aprovechados por La Zaragozana para ajustar el contenido en carbónico de sus cervezas, preservar su sabor e impulsar la cerveza de barril que se sirve en los establecimientos de hostelería. La planta es una de las más modernas y de más alta calidad de carbónico para bebidas que se han construido en España. El grado de pureza del carbónico es como mínimo del 99,998%. La capacidad total de recuperación de carbónico es de más de 5 millones de kilos, con un promedio a la hora de 600 kilos.
En 2006 se inició un plan estratégico cuyo objetivo era garantizar el futuro de La Zaragozana mediante un ambicioso plan de expansión. Una de las primeras acciones fue la construcción de un nuevo centro de envasado en La Cartuja con una inversión de 18 millones de euros que permitió triplicar la capacidad de envasado de cerveza.
La cervecera aragonesa a través de sus marcas Ambar alcanzó en 2012 una producción de 58 millones de litros de cerveza. Su cuota de mercado es del 2% del mercado nacional, el 50% en Aragón y el 80% en Zaragoza.
La Zaragozana lleva más de 30 años exportando y en su trayectoria ha alcanzado algunos hitos en el sector cervecero español. Los primeros antecedentes se remontan al año 1982 cuando La Zaragozana vende cerveza Ambar Sin a diversos países árabes y a Portugal. Facilitó su introducción el que fuera una cerveza sin nada de alcohol, la primera con estas características elaborada en España y ser la marca líder en ese momento.
En el año 1989, Ambar Especial llega a EE.UU y se convierte así en la primera marca española comercializada en este país. A partir de aquel año se exporta a Australia, Inglaterra y Francia. En 1997, la prestigiosa guía australiana Mark Shields incluye a Ambar entre los mejores “sabores extranjeros” del mundo. Ese mismo año las dos mayores cadenas de alimentación inglesas Sainsbury y Tesco comercializan Ambar en sus establecimientos.
En los primeros años del siglo XXI se refuerza la política exportadora de la Compañía consiguiendo que Ambar Especial pueda encontrarse en 15 países de los cinco continentes. (EE.UU, Australia, Japón, Singapur, Inglaterra, Francia, Italia, Andorra, Suiza, Canadá, Portugal, Kuwait, México, Libia).
Actualmente el 3% de la producción anual de sus cervezas se comercializan en el exterior.
La Zaragozana es la empresa española que más estilos de cerveza elabora. Fabrica 14 tipos de cerveza que son envasadas en más de 60 formatos diferentes. Fue pionera en la fabricación de la primera cerveza sin alcohol 0,0 (año 1976, Ambar Sin), fabrica la única cerveza en España de fermentación a alta temperatura (Ambar 1900), y la única cerveza negra elaborada con azúcar de caña en Europa (Ambar Negra).